Liberación Poética
el poema no es lo que fue antes
ahora
internet me ha dado otro lenguaje
los pájaros en el paisaje son aburridos
los ríos y las estrellas son aquaflotantes
ya no me dicen nada
jamás he visto a las hormigas
danzar bajo la luna
mucho menos como puntos luminosos
abrazarse enamoradas
el tiempo de los poetas que amaron demasiado ha pasado
los poemas de amor deben ser tatuados en el viento
arrasados
los besos de papel son basura que marchitan bosques milenarios
nadie jamás debe escribir otro verso de amor
ni aunque estuviera enamorado
y murieran todos los poetas empastados
escribir, por ejemplo, hasta los poetas malditos ahora son buenos
las flores del mal han perdido su color
rimbaud no sabía lo que era el infierno, apenas, un estúpido purgatorio decantado
tampoco habría que hablar de la muerte
el siguiente paso de poetas malos
¿Dime un solo poeta que no haya hablado alguna vez de sus huesos?
¿De sus horribles poros carcomidos por sus miedos ciegos?
ni hablar de dios ni con el diablo
hoy mi celular me ha vuelto poderoso
inmortal dentro de la secuencia aguda de la célula
soy omnipresente
con el chat como espada de Damocles sobre sus cuellos
mucho menos de poetas asesinos que cortan renglones como carniceros
y le llaman
poesía
poetas esdrújulos
que silencian sus acentos por el acento mismo de su ritmo
se amañaron
compraron verso libre, sonetos ¡Y qué bueno!
pero no aprendieron a rascarse los webos
ni siquiera el coraje es un mérito ¡Carajo!
ni la reiteración dentro del verso suena verdadera
¡Hoy estoy encabronado!
¡Y qué!
basta de párvulos modernistas que cantan loas a Olimpia helénica
o esbirros imponderentes que mueren por resucitar a Quetzalcóatl
idiotas que defienden un mundo tan bárbaro como éste
como cualquiera
No es que hoy haya más muertos que antes
¡No!
con youtube mi ojos se están acostumbrado a ver morir a la gente
tampoco cantar ni bailar, tal vez sólo el sexo, salvaje
eliminando las buenas costumbres
aquellas
como sentarse en un banquete y ponerse la servilleta como taparrabo
para mostrar urbanidad
¡Qué asco!
¡Qué miseria!
porque aquí escribo mi sentencia
¡Poeta que escribes por escribir nada más
morirás en tu último verso!
seguirás, quizás, alimentando tu egoteca de hojas vacías, asimétricas:
serás una tragedia nacional cuando mueras
y tal vez, allá por primavera, te coloquen una lápida de oro
y el musgo brote de tus venas huecas
y te lleven flores
y salgas en libros escolares, con tu poemita a la madre o al espíritu santo
o al amor a la muerte
a tu amada inmortal
o a la patria bastarda que jamás te ha dado de tragar
y la gloria te cubra, versificador carroñero
como una serpiente venenosa que se enreda
cuando escriban sobre tu lápida palabras innecesarias
que tú mismo escribiste en la agenda de tus días
cuando te sentiste inspirado:
¡La poesía ya no es lo que fue antes
ahora
la perra me ha dejado otro lenguaje!
EXTRA: Hace años cambié el deporte por la lectura viciosa de libros: Mínimo dos a la semana, y esto lo confirma mi abultado abdomen. El sábado pasado, después de siglos de no moverme ni en defensa propia, y por la visita de mis dos sobrinos del DF, se me ocurrió desempolvar mis viejas raquetas de tenis. Me subí al auto a las 8 de la mañana y fuimos a Ciudad Universitaria de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para encontrarme con que cobraban 20 pesotes por persona (20 pesos que salen del presupuesto para aquellos que ganan salario mínimo). Yo no llevaba un clavo, así que, para no perder la visita, nos arrinconamos en la parte más alejada del estacionamiento donde no pasaba un solo auto para jugar un ratito con nuestras raquetas, hasta que apareció un imberbe fulano paramilitar en una patrulla: Héctor Pérez, así me dijo, del sector 3. No pueden jugar aquí El hígado me brincó por el modo
en que nos abordó el sujeto. Jamás le he tenido miedo a nada ni a nadie y mucho menos a esa hora de la mañana. ¡Quién dice! ¡No pueden Jugar aquí! ¡Quién dice! ¡No pueden jugar aquí! ¡¡¡QUIÉN DICE!!! Tiempo después, mientras el hígado se me desinflamaba, supe que en la Era de las privatizaciones, la Universidad Autónoma de Puebla se había convertido en la universidad del lucro. Privatizando los árboles y el aire, los senderos que hace más de 20 años solía recorrer de manera gratuita cuando era estudiante de esa cueva de lobos y hoy de Alí Babá. Días después me di una vuelta por el campus y comprobé que todo estaba enrejado. Aprisionado para que nada entrara ni nada saliera. Y yo todavía pagando mis impuestos: ¿Para qué? ¿Para darle de tragar a sujetos como los paramilitares universitarios? ¡Qué vergüenza!
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